Dirección: Alfonso Cuarón
Protagonistas: Yalitza Aparicio, Marina de Tavira
Duración: 135 minutos
Duración: 135 minutos
Año : 2018
Contextualizada en plenos años setenta en una localidad mexicana tradicionalmente "de clase alta", Roma funciona como un verdadero gustazo que un brillante Alfonso Cuarón se ha dado al retratar de manera fenomenal una serie de elementos que con seguridad él mismo visualizó durante su infancia. En este sentido, más allá del argumento del filme (que no deja de ser notable), la película puede entenderse como una pintura de aquellas que deben apreciarse con calma valorando cada uno de sus detalles y toda la riqueza de su propuesta.
De esta forma Cuarón nos muestra en un elegante blanco y negro todo lo que desea mostrarnos: el clasismo, el folclore, el machismo, las costumbres, los lugares, el momento histórico, el lenguaje, los vendedores, etc. Todo un universo que rodea la historia que se nos entrega y para la cual el director se toma el tiempo que considera necesario, entregando un sentido a cada una de las escenas y planos que vemos en pantalla. Ahí observamos a Cleo y Sofía, empleada y patrona, ambas situadas en veredas opuestas en términos socioeconómicos pero unidas por un común: el abandono. Entre ellas aparece el mencionado contexto, la frialdad y la belleza, la crisis y la esperanza, todo tratado de manera magistral por un director que así como supo moverse con talento en la comercial y visualmente exquisita Gravedad (2013) esta vez se ha desenvuelto sin ripios mediante una película tan emocional como necesaria.
Roma es una película que se cuece a fuego lento encontrando en su media hora final la explosión de la que carece durante gran parte de su trayecto, recién ahí todo cuaja y se potencia de manera impresionante. Una película filmada con amor, hacia el cine y por que no decirlo: hacia México. Que decir, cine con mayúsculas.
Contextualizada en plenos años setenta en una localidad mexicana tradicionalmente "de clase alta", Roma funciona como un verdadero gustazo que un brillante Alfonso Cuarón se ha dado al retratar de manera fenomenal una serie de elementos que con seguridad él mismo visualizó durante su infancia. En este sentido, más allá del argumento del filme (que no deja de ser notable), la película puede entenderse como una pintura de aquellas que deben apreciarse con calma valorando cada uno de sus detalles y toda la riqueza de su propuesta.
De esta forma Cuarón nos muestra en un elegante blanco y negro todo lo que desea mostrarnos: el clasismo, el folclore, el machismo, las costumbres, los lugares, el momento histórico, el lenguaje, los vendedores, etc. Todo un universo que rodea la historia que se nos entrega y para la cual el director se toma el tiempo que considera necesario, entregando un sentido a cada una de las escenas y planos que vemos en pantalla. Ahí observamos a Cleo y Sofía, empleada y patrona, ambas situadas en veredas opuestas en términos socioeconómicos pero unidas por un común: el abandono. Entre ellas aparece el mencionado contexto, la frialdad y la belleza, la crisis y la esperanza, todo tratado de manera magistral por un director que así como supo moverse con talento en la comercial y visualmente exquisita Gravedad (2013) esta vez se ha desenvuelto sin ripios mediante una película tan emocional como necesaria.
Roma es una película que se cuece a fuego lento encontrando en su media hora final la explosión de la que carece durante gran parte de su trayecto, recién ahí todo cuaja y se potencia de manera impresionante. Una película filmada con amor, hacia el cine y por que no decirlo: hacia México. Que decir, cine con mayúsculas.
5.0 // Obra Maestra. |
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